Soy un oso hormiguero, y os voy a contar una historia única. Si os digo que en el zoológico hubo una excitación y un revuelo poco común, no os miento... a pesar de mi larga nariz:
Era el primer día de otoño. Las hojas decoraban las calles transformándolas en mullidos ríos dorados y el sol se asomaba todavía con un poco de sueño. Mientras se desperezaba, cumplía con su diaria tarea de iluminar la vida.
Todos los animales estábamos esperando al nuevo integrante de la familia de los paquidermos. Y por fin llegó. La gente hacía cola para ver al bebé recién nacido. En la entrada del zoológico había largas filas de chicos para votar el nombre que le pondríamos.
Mi jaula, que estaba justo frente al terreno de los elefantes, me permitía observar todo lo que allí ocurría, casi sin perder detalle.
Pasó el tiempo, y Júnior, así lo habíamos llamado, comenzó a darse cuenta de que era un tanto diferente de sus padres. La trompa no le crecía, su boca era enorme y llena de dientes, arrastraba la panza al caminar y tenía una larga y robusta cola.
- Mamá -dijo el pequeño- ¿por qué no me parezco nada a vosotros?
Dos días transcurrieron desde la inquietante pregunta de Júnior, hasta que una tarde, cuando la gente ya se había marchado, los orgullosos papás elefantes se sentaron a charlar con su pequeño hijo.
Entonces le explicaron que como mamá no podía tener elefantitos en su panza, habían decidido adoptar un bebé... y tuvieron la suerte de tenerlo a él. Que era diferente, era cierto... pues había salido de la barriga de una "cocodrila". Pero ¿qué más daba si tenía o no orejas grandes o casi invisibles, o trompa, o dientes grandes y largos? Después de todo, a un hijo se le conoce por el corazón y no por el color o la forma.
- El amor es el único capaz de decidir quién es hijo de quién, dijo mamá elefante.
El elefantito con aspecto de cocodrilo, se quedó pensando un buen rato. Luego, miró a sus padres y les dijo:
- Mami, papi,... os quiero mucho más que antes!!!.-
Desde mi jaula, pude ver entonces un nuevo milagro. Mientras Júnior dormía, comenzó a crecerle una pequeña y hermosa trompita. Y que a nadie le quepa duda, que esta transformación se debió al fuerte sentimiento de amor que unía a esta gran familia.
Ustedes se preguntarán como es que yo sé tanto de esto... Bueno, les diré que la familia de este oso hormiguero que les habla, está formada por un papá oso gris y una mamá panda.
El sol comenzó a esconderse dejando que la luna se refleje en el lago de los flamencos rosados... el silencio absorbió el bullicio de la multitud, y el otoño siguió su camino hacia el no tan frío invierno del jardín zoológico.
Un cuento precioso del que se puede extraer una importante enseñanza.Gracias por mostrarlo. SE lo contaré a mis niños.
ResponderEliminarUn beso
Gracias a ti por leerlo. Espero que les guste a tus niños. Un besote.
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