Bueno como los Oscars, parece ser que nuestros blogs también tienen los suyos. Así es que de la mano de Ana Mª ( http://ana-reutilizaresprogresar.blogspot.com.es) La Cuentería recibe el ONE LOVELY BLOG AWARD. (Por cierto, me encanta el nombre del premio, así es que enhorabuena a quien se le haya ocurrido).
Ahora y como en todos los premios que se te otorgan, yo debo concedérselo a 15 blogs amigos:
- Blanca http://actividadeseducainfantil.blogspot.com.es/
- Pilar y Begoña http://tejiendocuentos12.blogspot.com.es/
- Nati http://unaescuelaunailusion.blogspot.com.es/
- Joel http://educacioilestic.blogspot.com.es/
- Gema http://gemi-carpediem.blogspot.com.es/
- Cris http://esoslocosbajitosdeinfantil.blogspot.com.es/
- Marta http://elblogdelaprofemarta.blogspot.com.es/
- Nika http://losproyectosdeauladenika.blogspot.com.es/
- http://olardospitufos.blogspot.com.es/
- http://cometaazul1974.blogspot.com.es/
. María http://historiasaula.blogspot.com.es/
- Laura http://losdragonesdelluisvives.blogspot.com.es/
- Yoli http://elrinconcitodeinfantil67.blogspot.com.es/
- Kati http://katyabellan.blogspot.com.es/
- Olga http://miscosillasdeinfantil.blogspot.com.es/
Felicidades a tod@s por vuestros blogs!!!
La imaginación es el lápiz con el que el niño dibuja sus mejores aventuras.
"Un libro abierto es un cerebro que habla; cerrado un amigo que espera; olvidado, un alma que perdona; destruido, un corazón que llora". Proverbio hindú.
"Un libro, como un viaje, se comienza con inquietud y se termina con melancolía". José Vasconcelos (1882-1959) Filósofo, educador y político mexicano.
miércoles, 30 de enero de 2013
viernes, 11 de enero de 2013
Rocland
Capítulo 1
Rocland
Al noroeste de Escocia anclada en medio del océano, se hallaba una pequeña isla llamada Rocland o "Tierra de Rocas". Toda ella estaba rodeada de grandes y peligrosas rocas que a su vez hacían de fortificación de la pequeña isla. Sólo un pequeño embarcadero de madera y un trozo de playa escapaban de la frondosidad rocosa.
En Rocland, los habitantes eran escasos y procedían de familias asentadas en la isla durante siglos. La mayoría eran pobres pescadores que debían lo poco que tenían al señor Matthew, el alcalde de la isla y su principal propietario. Rocland se hallaba bajo el gobierno del rey Enrique VIII de Inglaterra. El señor Matthew se encargaba de hacer cumplir la ley, además de recaudar los impuestos con los que llenar las arcas del monarca y las suyas propias.
Ahogados por los impuestos, los habitantes de Rocland llegaron a sublevarse en multitud de ocasiones, pero el ejército inglés siempre acababa sofocándolas.
Sin embargo, había otro negocio, que hasta el momento había escapado tanto del control del ejército inglés como del señor Matthew: el contrabando de barriles de cerveza. Muchos de los hombres de Rocland se jugaban la vida cada día comprando y vendiendo barriles de cerveza. De hecho, en toda la isla no se comentaba otra cosa que la inesperada muerte de un chico de 18 años a manos del ejército, cuando se dirigían a Rocland para esconder el cargamento. Mientras trataban de llegar a tierra, comandados por el capitán Derek, los soldados del señor Matthew les tendieron una emboscada y comenzaron a disparar intentando que la inestable y pequeña embarcación no llegase a tierra. Los soldados disparaban al aire, pero la noche cerrada hizo que desafortunadamente una de las balas llegase hasta el costado de aquel joven. Nada se pudo hacer por el hijo del carpintero, el señor Borrow.
Jack era un niño de tan sólo 12 años que vivía en la isla con su tía, la señora Ducks. Era la única familia que tenía, pues sus padres murieron cuando él tan sólo era un bebé. Su tía, una mujer huraña y solitaria decidió hacerse cargo de él más por vergüenza que por compasión. Jack, era un buen chico y después del colegio iba de vez en cuando a echar una mano al señor Borrow, pues la carpintería le ayudaba a soportar la soledad, además de que el señor Borrow le trataba como a su propio hijo.
Una tarde, días después del incidente, cuando salió del colegio, decidió pasarse por la carpintería para dar su más sincero pésame al carpintero.
Cuando Jack entró por la puerta, precisamente estaba trabajando en el ataúd de su hijo.
- Buenas tardes señor Borrow, dijo Jack.
- Buenas tardes hijo, contestó el señor Borrow.
- ¿ Hay algo que pueda hacer por usted?, preguntó Jack.
- Estoy terminando el ataúd para Sam, puedes echarme una mano para acabarlo, contestó el señor Borrow.
- Claro, dijo Jack. Siento mucho lo ocurrido.
- No te preocupes Jack, algún día Mattew y sus hombres pagarán por todo el daño que nos han hecho, replicó el señor Borrow en un tono de tristeza.
Cuando acabaron el trabajo, el carpintero le propuso a Jack ir a tomar un vaso de cerveza con mantequilla a la Taberna del señor Inn. Jack no sabía qué contestar, pues allí no podían entrar niños, todo el mundo sabía que era el lugar donde se reunían los contrabandistas de la isla, aunque todos miraban para otro lado, pero lo malo era el enfado que iba a coger su tía por llegar tarde a casa y más si se enteraba de que había pisado la Taberna del señor Inn.
Jack era un niño de tan sólo 12 años que vivía en la isla con su tía, la señora Ducks. Era la única familia que tenía, pues sus padres murieron cuando él tan sólo era un bebé. Su tía, una mujer huraña y solitaria decidió hacerse cargo de él más por vergüenza que por compasión. Jack, era un buen chico y después del colegio iba de vez en cuando a echar una mano al señor Borrow, pues la carpintería le ayudaba a soportar la soledad, además de que el señor Borrow le trataba como a su propio hijo.
Una tarde, días después del incidente, cuando salió del colegio, decidió pasarse por la carpintería para dar su más sincero pésame al carpintero.
Cuando Jack entró por la puerta, precisamente estaba trabajando en el ataúd de su hijo.
- Buenas tardes señor Borrow, dijo Jack.
- Buenas tardes hijo, contestó el señor Borrow.
- ¿ Hay algo que pueda hacer por usted?, preguntó Jack.
- Estoy terminando el ataúd para Sam, puedes echarme una mano para acabarlo, contestó el señor Borrow.
- Claro, dijo Jack. Siento mucho lo ocurrido.
- No te preocupes Jack, algún día Mattew y sus hombres pagarán por todo el daño que nos han hecho, replicó el señor Borrow en un tono de tristeza.
Cuando acabaron el trabajo, el carpintero le propuso a Jack ir a tomar un vaso de cerveza con mantequilla a la Taberna del señor Inn. Jack no sabía qué contestar, pues allí no podían entrar niños, todo el mundo sabía que era el lugar donde se reunían los contrabandistas de la isla, aunque todos miraban para otro lado, pero lo malo era el enfado que iba a coger su tía por llegar tarde a casa y más si se enteraba de que había pisado la Taberna del señor Inn.
martes, 1 de enero de 2013
BLANCANIEVES Y LA MALDICIÓN DE SU MADRASTRA: LA BATALLA FINAL
Todos los amigos de Blancanieves decidieron unirse a su causa. Había que derrotar a su malvada madrastra y recuperar a su pequeña hija Elena. Todos caminaron juntos hacia el Puente de los Trols. Tenían miedo, pero su coraje y su valentía les impedía expresarlo. A la cabeza del grupo se hallaban Blancanieves, el príncipe, los 7 enanitos, Caperucita Roja y Hansel y Gretel. Había un silencio sepulcral y las negras nubes que se posaban sobre el cielo impedían la visibilidad del puente. Todo era oscuridad. Empezaron a recorrer el puente, en silencio, con sus ojos puestos en cada rincón de aquel malvado lugar, intentando no despistarse a cada paso que daban. A mitad de camino, unos seres nauseabundos les salieron al paso trepando por las rocas que se hallaban a cada extremo. Les rodearon haciéndoles retroceder varios metros. Pero nadie se amilanó. Todos sacaron sus propias armas para combatirles con destreza y valor. Sin embargo, eran muchos y el pequeño ejército de Blancanieves comenzó a desfallecer. Entonces, Blancanieves se acordó de que en su cuello llevaba un colgante tridimensional que su propia Hada Madrina le había dado antes de escapar del palacio de su malvada madrastra.
- Blancanieves, esto que te voy a entregar es una pócima muy poderosa que sólo debes usar cuando tu vida realmente corra serio peligro. No lo pierdas de vista nunca, pues sus efectos son mortales incluso para ti.
Blancanieves acordándose de aquellas palabras arrancó el colgante de su cuello y lo abrió. El viento comenzó a esparcir por aquel lugar aquellos polvos mágicos de color esmeralda. Una niebla verde inundó todo el lugar y cuando despareció no quedaba ni un pequeño rastro de aquellos seres nauseabundos y malolientes. El resto de sus amigos se encontraban perfectamente, entonces el miedo dio paso a una inmensa alegría que todos celebraron con múltiples abrazos.
Una vez hubieron cruzado el puente, un intenso haz de luz cegó sus ojos por instante, pero lo que Blancanieves vio no pudo hacerla más feliz. Detrás de aquella luz se encontraba su príncipe azul y su pequeña Elena, que con el paso del tiempo se había convertido en una preciosa jovencita. Sin embargo, cuando Blancanives intentó correr hacia ellos para abrazarles se dio cuenta de que no podía alcanzarles, pues un enorme cristal rocoso se lo impedía.
Entonces, con una gran sonrisa en su rostro, apareció a lomos de un caballo su malvada madrastra acompañada de su séquito de soldados. Los mismos que la habían intentado capturar en varias ocasiones.
- Blancanieves, nunca conseguirás tenerlos contigo, yo te he arrebatado lo que más querías en el mundo y jamás volverás a ser feliz a su lado, dijo su malvada madrastra con una sonora carcajada.
Cuando Blancanieves estaba a punto de darse por vencida, una voz comenzó a sonar en su cabeza. Una voz suave, cálida que decía:
-Para destruir el muro que nos separa y destruirla a ella, solo tenéis que desear con fuerza todos juntos todo lo que ella os ha arrebatado.
Blancanieves, se dio cuenta de que quien le hablaba era su hija Elena.
Dándose la vuelta y reuniéndose con todo su pequeño ejército, Blancanieves les contó lo que Elena le había transmitido. Entonces, todos juntos unieron sus manos, cerraron sus ojos y comenzaron a pensar en todo lo que aquella bruja les había arrebatado. Sus sentimientos de odio y de deseo por la pérdida de lo que más anhelaban eran tan fuertes que aquella roca comenzó a resquebrajarse y a romperse. Millones de enormes trozos, salieron despedidos por los aires aplastando a la malvada reina y a sus secuaces. Cuando la tormenta de rocas hubo finalizado, Blancanieves corrió hacia sus seres queridos y detrás de ellos se encontraban todos los deseos que la reina arrebató a sus amigos. De esta forma, su mundo cambió y cuenta la leyenda que Blancanieves gobernó hasta que la sucedió su hija Elena, quien siguió el mismo reinado de bondad y benevolencia que su propia madre logró para aquel reino y que perduró durante siglos.
- Blancanieves, esto que te voy a entregar es una pócima muy poderosa que sólo debes usar cuando tu vida realmente corra serio peligro. No lo pierdas de vista nunca, pues sus efectos son mortales incluso para ti.
Blancanieves acordándose de aquellas palabras arrancó el colgante de su cuello y lo abrió. El viento comenzó a esparcir por aquel lugar aquellos polvos mágicos de color esmeralda. Una niebla verde inundó todo el lugar y cuando despareció no quedaba ni un pequeño rastro de aquellos seres nauseabundos y malolientes. El resto de sus amigos se encontraban perfectamente, entonces el miedo dio paso a una inmensa alegría que todos celebraron con múltiples abrazos.
Una vez hubieron cruzado el puente, un intenso haz de luz cegó sus ojos por instante, pero lo que Blancanieves vio no pudo hacerla más feliz. Detrás de aquella luz se encontraba su príncipe azul y su pequeña Elena, que con el paso del tiempo se había convertido en una preciosa jovencita. Sin embargo, cuando Blancanives intentó correr hacia ellos para abrazarles se dio cuenta de que no podía alcanzarles, pues un enorme cristal rocoso se lo impedía.
Entonces, con una gran sonrisa en su rostro, apareció a lomos de un caballo su malvada madrastra acompañada de su séquito de soldados. Los mismos que la habían intentado capturar en varias ocasiones.
- Blancanieves, nunca conseguirás tenerlos contigo, yo te he arrebatado lo que más querías en el mundo y jamás volverás a ser feliz a su lado, dijo su malvada madrastra con una sonora carcajada.
Cuando Blancanieves estaba a punto de darse por vencida, una voz comenzó a sonar en su cabeza. Una voz suave, cálida que decía:
-Para destruir el muro que nos separa y destruirla a ella, solo tenéis que desear con fuerza todos juntos todo lo que ella os ha arrebatado.
Blancanieves, se dio cuenta de que quien le hablaba era su hija Elena.
Dándose la vuelta y reuniéndose con todo su pequeño ejército, Blancanieves les contó lo que Elena le había transmitido. Entonces, todos juntos unieron sus manos, cerraron sus ojos y comenzaron a pensar en todo lo que aquella bruja les había arrebatado. Sus sentimientos de odio y de deseo por la pérdida de lo que más anhelaban eran tan fuertes que aquella roca comenzó a resquebrajarse y a romperse. Millones de enormes trozos, salieron despedidos por los aires aplastando a la malvada reina y a sus secuaces. Cuando la tormenta de rocas hubo finalizado, Blancanieves corrió hacia sus seres queridos y detrás de ellos se encontraban todos los deseos que la reina arrebató a sus amigos. De esta forma, su mundo cambió y cuenta la leyenda que Blancanieves gobernó hasta que la sucedió su hija Elena, quien siguió el mismo reinado de bondad y benevolencia que su propia madre logró para aquel reino y que perduró durante siglos.
FIN
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