"Un libro abierto es un cerebro que habla; cerrado un amigo que espera; olvidado, un alma que perdona; destruido, un corazón que llora". Proverbio hindú.
"Un libro, como un viaje, se comienza con inquietud y se termina con melancolía". José Vasconcelos (1882-1959) Filósofo, educador y político mexicano.

viernes, 23 de diciembre de 2011

Las niñas que amaban a los caballos

Había una vez tres amigas llamadas Ana, Rocío y María. Ellas tenían una afición en común: los caballos.
Aunque les gustaban mucho ninguna lo podía tener. Para ellas era su mayor sueño. Decidieron hablar con sus padres para aprender a montar en una escuela. Los padres aceptaron a cambio de sacar buenas notas.

Al final de curso tuvieron su recompensa y aprendieron a montar. Eran las mejores de la escuela, y sus padres viendo que su afición era en serio, decidieron comprarles un caballo por sus cumpleaños. Para ellas fue el mejor regalo que habían recibido nunca. Cada una le puso un nombre. Rocío le llamó "Viento", Ana le llamó "Lluvia" y María, "Rayo".

Todas las tardes iban a montar por el bosque y esto las unía cada vez más. Hasta los caballos intuían su amistad.
Un día mientras montaban, decidieron hacer una carrera. Ana adelantó a las demás. Se descuidó y cayó a un barranco. Se quedó atrapada y no podía salir. Su caballo, "Lluvia" fue corriendo a buscar a sus amigas y después de mucho esfuerzo lograron salvarla. "Lluvia" se alegró al ver a su dueña sana y salva.
Cuando llegaron a casa les contaron lo sucedido a sus padres que no terminaron de creerse la historia. Pero si comprendieron que los caballos también pueden ser los mejores amigos de las personas.
Pasado el tiempo, las tres amigas crearon una escuela de equitación para que los chicos y chicas que tuvieran el mismo sueño que ellas pudieran lograrlo. La escuela se llamó "Tormenta" en honor al nombre de sus caballos: "Lluvia", "Viento" y "Rayo".

Publicado por Laura Muñoz de San Vicente de Arévalo (Avila).

No hay comentarios:

Publicar un comentario